barrio

Fuente: Museo militar

Para una clase de arte que vi durante la pandemia, me pidieron que recorriera y mapeara mi barrio. Yo vivo en un conjunto cerrado estrato seis. Al sur hay otro conjunto igual y al norte hay una cantera que dejó de funcionar hace unos años y un pequeño caserío llamado Barrancas. Al este hay monte y al oeste está la séptima. ¿Cual es mi barrio entonces? De usar solamente el recorrido de mi conjunto y su respectivo mapa resultaría un círculo por el pequeño sendero que tiene el conjunto en la montaña. Eso no es un barrio. Al conjunto de al lado no se puede entrar, nos separa una reja que en silencio decidimos dejar ignorando las peticiones de la ciudad de levantarla, pues está puesta sobre calles públicas. ¿Es la tierra de quien la trabaja? Carmen me contaría más adelante que donde quedaba mi edificio estaba su casa. La trabajó toda la vida y eventualmente la perdió en un incendio junto con sus dos hijas. Los Fernández le dieron un lote en Barrancas para que hiciera su nueva casa. Los Fernández son los descendientes de quien alguna vez fue dueño de todos los terrenos mencionados: el general Santander. 

Construida en el siglo XVIII, la hacienda el cedro, situada al otro lado de mi casa frente a la séptima, vio crecer a Santander antes de que este se fuera a estudiar a Europa y volviera con las aspiraciones políticas que lo harían, en un principio, admirar a Bolivar. Hoy en día la casa es un museo y la atiende un Fernández, que con su barba blanca y ojos decididos me hacía  sentir por momentos que hablaba con el mismísimo general. 



La abundancia de mujeres relegó el apellido y la abundancia de colombianos llenó el alguna vez largo potrero de pequeños edificios. Ahora en estas tierras están los barrios El Cedro, Cedro golf, Barrancas, y el que según catastro incluye sólo mi conjunto, la cantera y el trozo norte de barrancas, bosque de pinos III. 

Ese es mi barrio entonces. Mi conjunto y la cantera de al lado. 

Fuente: Mapas de Bogotá


La parte alta de Barrancas sale en algunos documentos como parte del barrio y en otros como un barrio sin títulos de propiedad. Carmen me explico que un Fernández, antes de entregar algunos títulos, se murió en Estados Unidos, dejando a muchos esperando sus escrituras, junto con el respectivo derecho al agua que estas traen. Por ahora Carmen va hasta la laguna que hay monte arriba. En el punto medio entre la falda de la montaña y el embalse de san Rafael   nace la quebrada El Cedro, que pasa por mi casa, por la cantera, se une a la quebrada Bosque de pinos en Barrancas y baja por una canal que pavimentada por lado y lado Peñaloza decidió llamar La sirena. Desemboca en el río Bogota. 

Todos los habitantes de Barrancas se conocen, tienen una historia en común. Yo en mi conjunto no conozco a nadie. Mariana me dijo que prefería vivir en Barrancas que en donde vivía antes. Al principio le daba susto que es un barrio estrato 1. Después se dio cuenta de que había más comunidad y por consecuencia más seguridad que donde estaba antes. Abajo del barrio está el colegio distrital Agustín Fernández. Lleva el nombre de un joven abogado, desendiente también del general, que al suicidarse a los 21 dejó a su padre con el único consuelo de ponerle a su tierra el nombre suyo y donarlo al estado que su ancestro ayudó a fundar para que la ciudad lo recordara al menos por su nombre. El general también perdió a un hijo. 


En San Cristóbal hay otra sede de este mismo colegio. San Cristóbal es otro barrio “improvisado” que queda detrás de la cantera, al otro lado de la montaña. Desde mi ventana veo a los cristobalinos. En agosto suben a la punta de la cantera  a volar cometas. El resto del año permanecen unos cuantos en la loma mirando quien se atreve a subir por el antiguo camino real del meta, para atracarlo por supuesto. A los de Barrancas no los atracan, según Carmen, ya saben que solo suben por agua. De resto nadie sube mucho más por este camino. Las primeras escaleras se llenan de jóvenes fumando hierba por las noches, pero de ahí para arriba está cerrado. Don Alirio me cuenta que incluso desde los incendios pusieron un puesto militar fijo. Él recuerda cómo en un pasado más seguro seguía el camino del Meta hasta La Calera. Hoy en día lo habilitan para deportistas de vez en cuando, siempre con la previa autorización de Cecilia Fernandez. 

Cecilia es, hasta donde yo se, la única descendiente del general que sigue viviendo en donde vivió él. No en el museo, por supuesto, sino en una casa en el conjunto privado de al frente. No el mío, el de al lado. Bosque de pinos se llama. El mío también se llama bosque de pinos pero en italiano: Pino Foresta. Según catastro Bosque de pinos el conjunto no está en mi barrio  sino en otro que se llama Bosque de pinos II. Al parecer hay bosque de pinos rural, entre barrancas y el Sán Rafael. 



Fuente: Mapas de Bogotá

En un barrio sin agua y sin seguridad todos parecen estar muy preocupados por el flujo constante de jóvenes que suben al inicio del camino real del meta a fumar marihuana.  Es un tema recurrente en las reuniones de co propietarios. Don Alirio les ha llamado a la policía. El estaba acá antes de que existiera Pino Foresta, Barrancas o incluso la cantera. En su casa cría gallos de pelea. En su momento trabajó para la cantera, como muchos de los que viven en el barrio. Con eso fue que pavimentaron La sirena, me dice don Alirio. 


En el pequeño barrio con toponimias forestales quedan más bien pocos pinos. En mi conjunto se talaron todos y se reforestó con árboles nativos. Don Alirio ha tumbado unos frente a su casa por qué dice que ahí se escondían los marihuaneros a fumar. Alguna vez un habitante de calle vivió en el barrio. Ponía un colchón detrás de la pared del edificio desde donde se gestionaba el negocio de la cantera. Duró unos meses y no lo volví a ver . Ahora veo a una familia venezolana que va por las mañanas por eucalipto y lo vende durante el día en la séptima. A veces veo gente entrar por los gigantes ductos de aguas negras que desembocan en el río.

Fuente: Mapas de Bogotá

Según catastro abajo de la séptima ya el barrio es otro, pero como para el agua, para mis vecinos y para mi, lo más normal es ir al barrio abajo. Este si es un barrio de verdad con tiendas parques y servicios, y aunque sea otro en catastro, yo al ir aviso en mi casa que voy a ir “al barrio”. Siguiendo el río y los bosques descubrí un camino, no sé si intencional o no, que empezando en los cerros, continúa por una secuencia de parques semi conectados, hasta llegar a Suba a un parque desde donde se ven los nevados. Son casi dos horas caminando, pero es tan recto el camino, que en la mayoría de este no se pierde nunca de vista mi casa, la cantera y barrancas. Me pregunto si los cuerpos de agua o espacios verdes tienen algo que ven en el momento en el que se delinea hasta donde acaba un barrio y empieza el otro. 


El general Santander moriría en 1840 y dejaría sus terrenos a los hijos que tuvo con Sixta Piedrahita, oriunda de Soacha. Con los años la ciudad que crecía al rededor de La candelaria se expandió hacia el norte y lo que antes eran las afueras del pueblo de Usaquén se volvieron partes de la capital. Personas como el abuelo de Johan, habitante del barrio,  compraron algunos lotes para construir edificios. El boom del sector inmobiliario sigue, hasta el día de hoy, encontrando formas de construir más y más espacios para albergar a la creciente poblacion capitalina. Hacia la septima con ciento sesenta se levanta un complejo empresarial con edificios de treinta y cuarenta pisos, detrás de los cuales ya están en construcción nuevos proyectos de vivienda. 

Fuente: Korner.com

Hoy en día Johan también construye, pero en guadua. Hace unos años se ganó una beca para viajar con un grupo de maestros a construir un hotel ecológico en Bali. Él dice que esperaba que Bali fuera como Palomino pero descubrio que es una ciudad con metro mucho más desarrollada de lo que el se imaginaba. Johan ha vivido toda su vida acá, igual que Carmen y Don Alirio. Todos recuerdan, con algo de resignación, los días en los que se podía subir el cerro hasta la laguna, y más allá hasta el embalse y hasta La Calera. Hoy en día parecería un absurdo pensar el camino de la montaña como una posibilidad para ir a La Calera, pero yo lo había contemplado años atrás, antes de enterarme por este proyecto de que solía ser una opción ampliamente transitada. Desde el 2008 hasta el 2018 estudié en un colegio en La Calera. Los buses del colegio cogían por la 85, vía principal para llegar al municipio vecino. Esto significaba que yo era el primero por las mañanas y el ultimo por las tardes. La impaciencia que el trayecto de más de una hora comenzó a despertar en mi adolecencia despertó la pregunta de si no sería más rápido cruzar la montaña caminando. Mirando mapas satelitales de las montañas se vé que La Calera queda a tan solo cuatro kilometros de mi casa, pero la ruta establecida requiere manejar por casi veinte. 

Fuente: Google earth

El camino entre los dos centros urbanos hoy en día no lo usa ni Carmen ni Johan ni Don Alirio. La inseguridad de la que me sigo enterando entre más investigo sobre el "antiguo camino real del Meta" me ha frenado de seguirlo hasta el final, cosa que me encantaría hacer. Siempre he caminado el barrio, y los proyectos de arte y antropología que he decidido enfocar en este, me han llevado a hacerlo más y más. Caminar siempre me ha gustado, y al leer a  Pierce y Lawhon entendí que la despreocupada exploración del territorio que caminar provee puede ser uno de los mejores métodos para una investigación en la que se está abierto, como es mi caso, a lo que sea que se encuentre. Alguna vez la administración de mi conjunto organizó una salida por el sendero. Asistimos al rededor de 20 vecinos y subimos con policias hasta la laguna donde nace la quebrada. Es pequeña, darle la vuelta no toma mas de dos minutos. El agua es azul aguamarina, claro, cristalino. En la alcaldía de Peñalosa se cerró la cantera y se puso una vaya gigante en la que se mostraba el prometido resultado de la reforestación de la montaña con la fecha estimada del 2019. En el 2019 la alcaldía de Claudia López remplazó el letrero por uno igual en el que el único cambio es la fecha, que ahora dice 2022. Adicionalmente a esto, agregó un letrero informativo en el que se invita al ciudadano a subir por el sendero y se cuenta una pequeña historia sobre como el camino existe desde tiempos prehispanicos. El camino llega hasta Cabuyero, municipio en el Meta. De ahí el nombre. Los que si lo utilizan son los aficionados al treking, sus portales y paginas web son las prmieras en salir al buscar información sobre el camino. 

Fuente: Wikiloc.com

Los relatos sobre los subditos del Zaque y el Zipa cruzando los páramos para llegar de un cazicazgo al otro me sugieren la ambiguedad de un mito y no el recuerdo de una historia compartida. Yo recien descubro la diferencia entre los dos lideres gracias a un articulo de El Tiempo que habla sobre los caminos reales. Al parecer la confederación muisca tenía dos territorios gobernados por dos lideres distintos: el Zaque y el Zipa. Uno abarcaba el territorio del sur, o Bacatá (Bogotá) y el otro el del norte, o Hunza (Tunja). El camino que empieza en mi barrio es uno de los mas de cien que hay entre los antiguos territorios muiscas.

A diferencia de la mayoría de quienes he conocido en este proceso, yo no he vivido acá toda la vida. Me mudé desde no muy lejos hace 12 años, en el 2012. Antes de la mudanza vinimos al barrio con mi familia a ver la propuesta del proyecto. Recuerdo que en esa epoca la sala de ventas sí estaba rodeada de un bosque de pinos. Desde los tiempos de Tisquesusa hasta los mios el cerro no ha parado de cambiar. Se ha deforestado y reforestado varias veces, se han abierto y cerrado caminos. 

La empresa que construyó mi conjunto le compró el proyecto a una empresa que lo había descartado por falta de recursos. Personas de esta empresa me dijeron que el proyecto de reforestación sólo es un requisito para permitir un posterior proyecto de construcción de vivienda en el cerro. Las licencias de construcción en los cerros se han dado a empresas privadas y no a personas naturales con el pretexto de que los privados se instalan en la falda y cuidan en resto de la montaña, mientras que un barrio no legalizado como San Cristobal crece y crece hacia arriba destruyendo por completo la montaña. Esto se lo escuche alguna vez al presidente, no tengo más que esas pruebas, pero al escuchar la información de la empresa constructora le veo algo de cierto. Los lotes que la empresa usó se los compró a los Fernandez, igual que los habitantes de Barrancas. Entonces, ¿por qué los del conjunto sí tenemos papeles y los del barrio no ? La tesis de grado de historia de Luis Miguel Jiménez Ramos de la Universidad de Los Andes profundiuza en la relación de la ciudad con los cerros orientales.

Desde mi cuarto se ve el cerro al que no subo, cistalizado como una imagen decorativa. Rara vez lo veo como un lugar habitado por donde alguna vez pasaron caziques, españoles y hasta mis propios vecinos colombianos. Rara vez pienso en que entre los arboles hay grupos de deportistas caminando acompañados de grupos de policias  cuidandolos. Rara vez pienso en que ahi atrás de la montaña esta el embalse de San Rafael y el municipio de La Calera. Rara vez me pregunto que animales hay en la montaña, aunque he visto pajaros de todos los colores e iuncluso ardillas. Esto tiene la modalidad de conjunto de desventaja: Se pretende crear un espacio privado del que no se tenga que salir para satisfacer necesidades como caminar o tener un espacio verde. Esto termina haciendo que los habitantes del conjunto no salgamos a conocer los alrededores de este, aportando así a la percepción de inseguridad de sus alrededores. Sin mencionar lo problemático que es privatizar las montañas y los ríos.

Desde mi sala se ve la cuidad que se hunde en los potreros por los que alguna vez cabalgó el general. Los poteros que le han dado un proyecto de vida a personas como el abuelo de Johan. El infinito mar de ladrillo naranja se ve en las tardes desde mi casa, desde la de Carmen, desde la punta de la cantera y el limite este de San Cristobal norte. Ni Carmen ni Don Alirio son de esta ciudad que ven, ambos llegaron hace medio siglo escapando la violencia de las regiones de cundinamarca. El general santander era desendiente de españoles. Incluso quienes hablaban chibcha en este piedemonte venían de centroamerica originalmente. ¿Es la tendencia trópical el nomadismo? Yo no sé si viva mucho más tiempo acá. Nada me ata a este territorio más que el inalcanzable deseo de encontrar algo que lo haga. 

Referencias


Pierce, Joseph y Mary Lawhon. 2015. “Walking as Method: Toward Methodological Forthrightness and Comparability in Urban Geographical Research,” The Professional Geographer, 67(4):


Jimenez Ramos, Luis Miguel. 2011. “Unas montañas al servicio de Bogotá, imaginarios de naturaleza en la reforestación de los cerros orientales 1899-1924Universidad de Los Andes: tesis de grado.


https://centroculturalhaciendaelcedro.com/museo/

https://www.museomilitarco.com.co/

https://www.redacademica.edu.co/colegios/colegio-agustin-fernandez-ied/sede1

https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/camino-real-del-meta-primera-etapa-a-la-calera-86803628

https://mapas.bogota.gov.co/

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-669003

https://earth.google.com/web/

https://korner.com.co/projects/show/2

Nota al lector:

Mi pregunta de investigación comenzó tentada a inclinarse hacia lo relacionado con los ríos, la naturaleza y el acceso de los habitantes del barrio a esta. Si bien se incluyó algo nacido de estas preocupaciones en el presente trabajo, muy pronto en el proceso entendí que mi verdadera pregunta, la que había tenido incluso desde antes de estudiar antropología, es ¿cúal es mi barrio? 

Los métodos utilizados (fotografía, caminar, entrevistas, escuchar a la gente) fueron muy pertinentes para la investigación. Permitieron que el trabajo tuviera una naturaleza narrativa que métodos más bibliograficos o archivisticos no consiguen. Se lamenta igual que siempre se pida una referencia bibliografica para darle calidad academica a un texto, como si las memorias de las personas no fueran suficiente o fueran una especie de conocimiento inferior. La reflexion que me surge más que ética es metodológica: ¿por qué se esfuerza tanto esta diciplina en lograr ser aceptada como una ciencia? Si los resultados de nuestras investigaciones nos han abierto un mundo de posibilidades de producir y adquirir conocimiento, ¿por que volvemos siempre al positivismo? ¿Cuál es el punto de meter a la fuerza la magia de la experiencia humana en el sistema matematico que rige las universidades modernas? La rigurosidad que la antropología le exige a sus aficionados, lejos de nutrirla, la vuelve insipida.