raspar papel o el Mar en Montencillo

 

Todas las cosas llegan al mar, nuestros restos, nuestra suciedad, todo lo que despreciamos por obsoleto, viejo o poco práctico llega al mar en forma de espuma blanca y choca contra piedras negras, componiendo geometrías naturales que maravillarían a cualquiera que las viera, como las vi yo, sin mayor planeación al parar en el camino al valle de Elqui, habiendo cruzado Viña del Mar unas horas antes y habiendo escuchado discos de principio a fin cuando Rodal nos sugirió parar en Montencillo a ver la que sería, según él, una de las mejores vistas del Pacífico chileno. Cuando voy al mar, activo una versión de mi experiencia en el mundo distinta, que olvido que existe cuando estoy lejos del mar, lo que me lleva a imaginar que mi yo del mar siempre está ahí, pero solo  es consciente de sí mismo cuando ve el mar, y que existe una especie de memoria alternativa en la que se almacenan únicamente los recuerdos hechos en el mar, pero por cada vez ser más, es cada vez menos la exactitud de la que goza cada recuerdo, y cada vez más se parece esta segunda memoria a un mar de memorias indiferenciables unas de otras, porque a uno se le olvidan las cosas, así de simple. Todos los recuerdos llegan al olvido, todas las historias y todos los nombres, por más museos, libros, registros o archivos, se olvidan las cosas, las ideas, las creencias, los modos de vida se olvidan, los idiomas para explicarlos se olvidan, los significados se olvidan, los símbolos se olvidan y llegan los recuerdos al olvido porque todo llega a este punto que no es que sea un final, sino que está tan lejano a su comienzo, que es invisible para quienes permanecen en su punto de creación, que es el presente en el caso de los recuerdos, o las sociedades en el caso del mar por que todas las cosas llegan al mar pero cuando llegan ya no son cosas, son espuma blanca que choca contra piedras negras. Con Raquel no viajaba desde aquellos días lejanos en los que cruzamos piedras, ríos, bosques y potreros para llegar a la casa de Don Oreste Sindici, y Montencillo fue la primera parada de lo que sería nuestro primer viaje en su país, en el que una parte de la personalidad de Raquel cobraba claridad y sentido, como si estuviéramos viajando a través de ella y no a través de un país, como si ella fuera un país, como si ese fuera su país, aunque nunca haya vivido ahí. Todos los momentos llegan a su fin como las olas cuando llegan a la tierra después de viajar horas por el mar, y el de Montencillo no duro más de tres horas y ya estábamos de regreso en el carro escuchando discos de principio a fin mientras esperábamos que apareciera nuestra siguiente parada.


Lecciones de estética

En esta sección se critica a Hegel, empezando por sus dicotomías baconianas que esconden misoginia proponiendo positivismo. Esta obsesión por los binarismos, herencia de una tradición filosófica europea, es la que hace a Hegel llegar a conclusiones tan aleatorias como decir que “porque es producto del espíritu (…) lo bello artístico es superior a lo bello natural”[1]. La división humano / naturaleza, resultado del catolicismo, estableció que la naturaleza está a la disposición del humano para que con ella haga lo que quiera. Esta forma de ver el mundo es responsable por la aceleración del cambio climático. Aunque el romanticismo alemán intentó alejarse de la ilustración francesa, la idea de la humanidad como contraparte de la naturaleza se acentuó, evidencia célebre en el arte El caminante sobre el mar de nubes de Caspar David Friedrich, entre otros en los que se muestra al humano, no con, sino ante la naturaleza. Claro que el componente espiritual es central, pero es una espiritualidad religiosa, que persigue un ideal basado en la concepción cristiana de Dios[2].

Hegel leyó a Aristóteles, y concuerda con éste en que el arte nos puede liberar: “del reino turbulento, oscuro, crepuscular de los pensamientos, para recuperar nuestra libertad y elevarnos hasta el reino sereno de las apariencias amables.[3]” También leyó a Platón y, consciente de que el arte es ilusorio y se basa en apariencias, defiende que todas las cosas deben “aparecer”[4], significando que el arte no es particularmente más superficial que cualquier otra práctica. En este análisis se basa Heidegger, como bien se lee en el prólogo que escribiera Samuel Ramos a Arte y Poesía para presentar el concepto de patencia, junto con la idea de que el arte pone en operación la verdad de los entes[5].

Sin embargo ¿Por qué imitar? ¿Por qué la mimesis? ¿Por qué este impulso humano de inmortalizar? Hegel dirá que en parte es por la satisfacción que puede traer crear un artificio y así, creerse Dios[6]. Sin embargo, adicionalmente sostiene que el arte no es solamente imitación. ¿Qué pasa con las culturas cuyo arte considera profana la imitación y se limita a otras formas de expresión? [7]

 

Lo que hace al arte, según el filósofo alemán, no es entonces la imitación sino la capacidad de despertar pasiones[8].  De esta forma el arte puede ser moralizante, en tanto que puede “atemperar la barbarie”[9]. Dice Hegel:

 

Ocurre con las pasiones como con el dolor: el primer medio que la naturaleza pone a nuestra disposición para obtener consuelo para un dolor que nos agobia, son las lágrimas; llorar ya es ser consolado. (…) La objetivación de los sentimientos que les quita su carácter intenso y concentrado los convierte, por así decir, en impersonales y exteriores a nosotros[10].

 

El arte nos desdobla, concilia contrarios, nos permite contemplarnos, permite expresar la conciencia que tenemos de nosotros mismos[11]. Las ideas de Hegel suenan lógicas, y lo son, pero vienen acompañadas de un eurocentrismo teleológico evidente en afirmaciones como “en algunos círculos se oye proclamar que el hombre debe permanecer en unión con la naturaleza, pero los partidarios de tal unión no advierten que lo que preconizan no es otra cosa que grosería y salvajismo.” [12]  La historia del arte ha seguido los caminos conceptuales de la filosofía occidental y ahora que la última se puso en tela de juicio por sus desastrosas consecuencias para el planeta, la primera se debería escudriñar también. Se deben revisar los conceptos de desarrollo, progreso, riqueza, crecimiento y permanencia con una mirada crítica.

 



[1] G.W.F Hegel, Lecciones de estética (México: Ediciones Coyoacán, 2011.) 9.

[2] Hegel, Lecciones de estética, 122-123.

[3] Hegel, Lecciones de estética, 18.

[4] Hegel, Lecciones de estética, 29.

[5] Prologo a Heidegger, Arte y poesía, 25

[6] Hegel, Lecciones de estética, 35.

[7] Hegel, Lecciones de estética, 38.

[8] Hegel, Lecciones de estética, 43.

[9] Hegel, Lecciones de estética, 44.

[10] Hegel, Lecciones de estética, 45.

[11] Hegel, Lecciones de estética, 61.

[12] Hegel, Lecciones de estética, 46.