recordar papel o Etrétat

Después de un tiempo la basura se volvió recuerdos de cosas que habían pasado hace mucho. Llevo tanto tiempo recogiendo papel que, al llegar el momento de triturarlo, me recuerda cosas en forma de cartas, recibos, recordatorios y otras formas de registro.

 

Etrétat fue un escalón importante en una aventura que hice en mis últimos días en Francia.

 

En un pequeño pueblo balcánico, sentado en la terraza de un restaurante me pareció escuchar a alguien decir que el mundo se iba a acabar. Fue así como conocí a Bonckers, un retirado de la industria musical inglesa quien junto con su moto había viajado por meses y viajaría por muchos más hasta llegar a Singapur. Según Bonckers, en cuatro años, un meteorito con el tamaño y la fuerza suficientes estrellaría la tierra; así acabando con la especie humana. Él entonces, decidió pasar sus últimos días viajando.

 

La ambición de Bonckers consolidó en mí una idea que ya se venía cocinando. Después de varios cambios y ajustes esta se convirtió en una meta clara: ir en bicicleta desde París hasta Bruselas, pasando por la costa Atlántica. Esta meta nos trae aquí, al único hotel de Magny en Vexin. Estamos solos Guainía y yo. Solo nos acompaña la voz de Silvio Rodríguez y la decoración otoñal de una habitación doble. Las flores en el marco blanco del espejo, las paredes color crema, un cuadro con una imagen de producción en masa en la que se ven hojas secas y algunos troncos sobre la palabra “naturaleza”, una orquídea de plástico sobre la mesa de noche…

 

Las horas bajo la lluvia siguiendo el Sena llegaron a buen puerto, y eventualmente llegué a Etrétat:

La primera etapa está terminada, ya estoy en la frontera atlántica. Ahora debo seguir la línea costera hacia el norte por varios días. En un punto de esta línea está Etrétat, un pueblo pesquero en el que Maupassant organizaba fiestas para sus amigos. El atractivo principal, sin duda, son sus acantilados. Monet pasó horas pintándolos desde distintos lugares y con distintas luces. Yo me quedé perplejo al verlos, verdaderamente son maravillosos.

 


Contra la interpretación

Los problemas que puede tener una obra que intenta cuestionar las interpretaciones del arte son tanto paradójicos, como hermenéuticos. Susan Sontag diagnostica en el mundo del arte un trastorno de sobre-interpretación. “La teoría mimética (fundada por los clásicos), por sus propios términos, reta al arte a justificarse a sí mismo.”[1] Según Sontag, si en algo coincidían Aristóteles y Platón era en que el arte debería ser mimético. Los posteriores análisis de Kant, Hegel (aunque este pretenda librarse), Heidegger y Arendt todos se estructuran alrededor de esta idea original de que el arte es figurativo e imitativo. Además, dice, “Desde ahora hasta el final de toda conciencia, tendremos que cargar con la tarea de defender el arte. (…) Es más: tenemos el deber de desechar cualquier medio de defensa y justificación del arte que resulte particularmente obtuso, o costoso, o insensible a las necesidades y a la práctica contemporánea.” [2] El diagnóstico es preciso. ¿A qué venían todas estas preguntas sobre la obra de arte, su utilidad o su capacidad de conmover?

Se pretende alargar la racha del arte de sobrevivir a las revoluciones conceptuales del mundo: “La interpretación supone una discrepancia entre el significado evidente del texto y las exigencias de (posteriores) lectores.” [3] Es la interpretación la que hace que las obras de arte sigan siendo relevantes después de que su contexto inmediato se ha diluido por el tiempo. De alguna forma la interpretación alarga la vida de una obra de arte, la hace perdurar en el tiempo.

 

Sontag invita a preguntarse, si quizás el análisis ha sido en exceso crítico:

 

“En determinados contextos culturales, la interpretación es un acto liberador. Es un medio de revisar, de transvaluar, de evadir el pasado muerto. En otros contextos culturales es reaccionaria, impertinente, cobarde, asfixiante. La actual es una de esas épocas en que la actitud interpretativa es en gran parte reaccionaria, asfixiante.” [4]

 

¿Se arruina la obra por exceso de interpretación? Sontag sugiere que interpretar puede ser “empobrecer, reducir el mundo, para instaurar un mundo sombrío de significados.”[5]

Viveiros de Castro propondría una interpretación “suficientemente” buena. El arte podría reducirse con la interpretación, es el principio cuántico de la incertidumbre expresado en dimensiones humanas.  La interpretación podría domar al arte, convirtiéndolo en un artículo de uso, parte de un “esquema mental de categorías”. Al final tendría razón Hegel cuando comentó que “pretender abordar con seriedad científica aquello que por su naturaleza se halla desprovisto de seriedad puede parecer una prueba de pedantería”. [6]o que “en presencia de esta inconmensurable plenitud de imaginación y de sus productos, parece que el pensamiento no debiera tener coraje de citar el arte ante su tribunal para pronunciarse sobre sus obras y ordenarlas en rubros generales.”[7] Sontag propone abstracción, arte decorativo o no-arte para superar este obstáculo; darle mayor importancia a la forma y menos al contenido.[8]

 

 

 

 

 

 

 



[1] Susan Sontag, Contra la interpretación (México: Ediciones Alfaguara, 1996.) 25.

[2] Sontag, Contra la interpretación, 38.

[3] Sontag, Contra la interpretación, 29.

[4] Sontag, Contra la interpretación, 30.

[5] Sontag, Contra la interpretación, 31.

[6] Hegel, Lecciones de estética, 27.

[7] Hegel, Lecciones de estética, 22.

[8] Sontag, Contra la interpretación, 34-37.